Nadie ignora que el ser humano y su progreso desmesurado está dejando una huella terrible en nuestro planeta. Con solo escuchar a los expertos, vemos cómo estamos provocando un daño casi irreparable en nuestro ecosistema, provocando entre muchos efectos un calentamiento global sin precedentes y su consecuente impacto en el cambio climático, como indican diversos informes de organismos como la NASA.
Nuestro estilo de vida, que se caracteriza por una escasa conciencia ecológica, está contaminando los océanos y el agua, nuestra principal fuente de vida. Si a esto le sumamos, que en las próximas décadas pasaremos de los 7.000 a los 11.000 millones de personas viviendo y contaminando el planeta, es lógico predecir lo que ocurrirá en pocos años: ¡se producirá el colapso de nuestro hábitat natural! De hecho, si todo el planeta consumiera como España, no solo acabaríamos con todos los recursos naturales en un año, sino que necesitaríamos más de dos planetas para abastecernos.
Es más que evidente que estamos abocados a un desastre de dimensiones catastróficas, si no actuamos urgentemente. Sin ir más lejos, esta pandemia del Covid19 no es más que un pequeño aviso de la fragilidad de nuestra especie, y de lo rápido que podemos aniquilarla, si no hacemos un profundo ejercicio de redefinición de nuestro modelo de vida.
Y uno de los elementos clave de ese nuevo modelo de vida, causante de la situación actual, es el modelo productivo, la empresa.
¿Pero qué es una empresa? Si vamos a los diccionarios oficiales, lo cierto es que lamentablemente encontraremos una definición, a mi juicio, incompleta: “es una unidad económico-social, integrada por elementos humanos, materiales y técnicos, que tiene el objetivo de obtener utilidades a través de su participación en el mercado de bienes y servicios. Para esto, hace uso de los factores productivos (trabajo, tierra y capital)”
Por ende, si analizamos qué es un empresario, la propia RAE lo describe como: “persona que por concesión o por contrata ejecuta una obra o explota un servicio público. Persona que abre al público y explota un espectáculo o diversión. Persona que emplea trabajadores o titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa”.
Simplificándolo al máximo, podríamos afirmar que el objetivo de un empresario es básicamente ganar dinero. Sin duda, desde mi punto de vista, una definición absolutamente incompleta; es más, me atrevería a decir que miope, de lo que yo entiendo por lo que debería ser una empresa.
UNA TAREA PENDIENTE
Para mí, la correcta definición de una empresa, es curiosamente, la que se le da a las denominadas “empresas sociales”: es aquella que tiene un impacto positivo en el medioambiente o en la sociedad y, a la vez, resulta rentable como negocio. Hay muchas formas de definir a este tipo de empresas que aportan soluciones empresariales a los retos sociales y medioambientales.
¿A alguien le parece lícito o lógico, que una empresa, “solo” pretenda obtener beneficios, aunque para obtenerlos genere una gran destrucción del planeta o un agravio en la sociedad?
Si una empresa se debe al mercado, el mercado son las personas, ciudadanos y consumidores, ¿no tiene más sentido, que una empresa ponga en el centro de su estrategia al cliente y, en consecuencia, además de satisfacer sus demandas, le proteja a él y a su hábitat?
Solo las empresas sociales serán las que tengan cabida en nuestro mundo. Solo los empresarios que gestionen su empresa con una doble contabilidad, la económica y la social, recibirán el premio de ser atendidas por el nuevo consumidor. O, lo que es lo mismo, solo con empresas de impacto social tenemos futuro como especie.
Fuente: Nobbot